En la transición hacia un sistema energético basado en renovables, es necesario transformar la producción y el uso de la energía. Adaptar la demanda a las condiciones de la red es esencial para integrar fuentes renovables variables como la eólica y la solar.

Habitualmente, la demanda eléctrica —que influía directamente en los precios horarios de la electricidad— seguía la tendencia conocida como la “curva del pato”. Esta curva muestra una demanda más alta por la mañana, baja al mediodía (cuando hay mayor producción solar) y vuelve a subir con fuerza por la tarde. Con el aumento de la generación fotovoltaica, esta forma se ha acentuado y está evolucionando hacia lo que se conoce como la “curva del desfiladero” o “precipicio”. La diferencia entre los momentos de baja y alta demanda es aún más extrema, lo que provoca que los precios de la electricidad se dividan claramente entre muy bajos durante las horas solares y muy altos cuando no hay sol.

Ante este nuevo paradigma, los consumidores deben convertirse en agentes activos del sistema, con la oportunidad de participar en el mercado aprovechando la flexibilidad de la demanda. Aunque ya existen mecanismos para valorizar esta flexibilidad, se necesitan nuevos instrumentos que también involucren a industrias y pequeños consumidores, como las comunidades energéticas.

.

¿Cómo obtener flexibilidad de la demanda?

Las estrategias para lograrlo son básicamente dos:

  • Modificación de patrones de demanda, identificando los equipos o consumos potencialmente desplazables —como lavadoras, carga de vehículos eléctricos o sistemas de bombeo de agua—, así como el aprovechamiento de las inercias térmicas de determinados sistemas, como bombas de calor, termos eléctricos o compresores de equipos frigoríficos.
  • Uso de tecnologías de acumulación, ya sea con baterías químicas, saltos de agua o mediante la producción y almacenamiento de otros vectores energéticos como los gases renovables.

Ambas estrategias pueden utilizarse tanto para ahorrar en la factura eléctrica (flexibilidad implícita) como para generar ingresos ofreciendo flexibilidad a la red para descongestionarla (flexibilidad explícita). Este segundo caso es más complejo y, a corto plazo, solo tiene sentido para usuarios con un consumo flexible elevado. Aunque pueden aplicarse a todo tipo de consumidores, los pequeños (como hogares o pequeños negocios) necesitan agruparse para sumar suficiente flexibilidad y poder participar en estos mercados o conseguir beneficios reales.

 

 

¿Qué es la agregación de la demanda?

Es una estrategia de gestión energética en la que varios consumidores, bajo la coordinación de un agregador, ajustan su demanda eléctrica de manera conjunta para ofrecer una mayor flexibilidad. Esta puede incluir la reducción o incremento temporal del consumo, o el almacenamiento de energía, por ejemplo, mediante baterías.

La agregación permite generar ahorros directos mediante flexibilidad implícita, que se basa en una mejor integración con fuentes de energía renovable locales (optimizando el autoconsumo) o en la reducción de importaciones de energía durante las horas con precios más altos. Sin embargo, su valor más destacado reside en la posibilidad de ofrecer servicios de flexibilidad explícita, es decir, participar en mercados que habitualmente solo estaban disponibles para grandes consumidores o generadores.

Aplicaciones prácticas de Aiguasol en demanda flexible

En entornos de autoconsumo con fuentes renovables —como la fotovoltaica— o con demandas energéticas potencialmente desplazables, la flexibilidad de estos sistemas es clave. Especialmente cuando se combinan con mecanismos de agregación, como la incorporación de baterías centralizadas o el ajuste coordinado de los hábitos de consumo, que permiten alcanzar objetivos como:

  • Maximizar el autoconsumo: Concentrando las demandas energéticas en las horas de máxima radiación solar de fotovoltaicas locales, mediante el análisis detallado de la curva de demanda y la identificación de equipos programables o desplazables. Desde Aiguasol contemplamos y aplicamos esta estrategia en diversos proyectos, especialmente en colaboración con empresas que disponen de instalaciones fotovoltaicas para autoconsumo con el objetivo de optimizar los recursos locales de generación renovable.
  • Maximizar la soberanía: Integrando sistemas de acumulación para almacenar la energía producida en horas de baja demanda y utilizarla posteriormente, evitando así la importación de energía de la red. Desde Aiguasol hemos desarrollado una metodología para identificar configuraciones óptimas de sistemas fotovoltaicos y baterías para alcanzar distintos niveles de soberanía energética. Estas soluciones se han aplicado tanto en entornos privados de grandes consumidores como en entornos de autoconsumo compartido con baterías centralizadas.
  • Maximizar la respuesta de la demanda: Consiste en ajustar el uso de equipos en función de las tarifas horarias, por ejemplo, programando electrodomésticos o sistemas HVAC durante las horas de menor coste. Esta estrategia permite reducir la factura eléctrica y, si se dispone de consumos relevantes y desplazables, participar en el mercado de la respuesta activa de la demanda (SRAD), donde los usuarios son retribuidos por reducir el consumo en momentos puntuales cuando el operador del sistema lo requiere para garantizar la estabilidad de la red. Desde Aiguasol hemos aplicado esta estrategia en el proyecto DECARBSHIPS (en el marco del PERTE NAVAL), flexibilizando las demandas de los astilleros y adaptándolas a la evolución del mercado eléctrico en términos de inflación o de la diferencia relativa entre los precios máximos y mínimos diarios (spreads relativos).

Maximizar el arbitraje: La integración de sistemas de almacenamiento permite vender energía autoproducida o previamente cargada a la red en momentos de precio elevado, optimizando así el arbitraje energético. Estos sistemas permiten participar en mercados de flexibilidad, como los mercados de regulación secundaria o terciaria, donde se pueden recibir compensaciones económicas por producir o consumir energía según las necesidades del sistema eléctrico. Desde Aiguasol hemos contemplado una estrategia óptima de control para diversos sistemas de almacenamiento a gran escala, analizados en el marco de proyectos como GESYS, REGENERA y CHESTER.

¿Cómo pueden aprovechar los usuarios la flexibilidad para obtener beneficios?

La gestión inteligente de la demanda y el almacenamiento son clave para optimizar los sistemas energéticos descentralizados. Mediante la predicción y el uso de algoritmos adaptativos, se pueden anticipar escenarios y ajustar el consumo energético para mejorar su eficiencia. Los sistemas de gestión energética (EMS) toman decisiones en tiempo real para optimizar el uso de baterías y la conexión a la red. Esto permite reducir costes, aumentar el autoconsumo, mejorar la rentabilidad de las instalaciones solares y generar ingresos mediante la participación en mercados de flexibilidad.

 

Retos para avanzar hacia un modelo de flexibilidad distribuida y compartida

A pesar de las ventajas potenciales, los mercados de flexibilidad actuales presentan importantes limitaciones. Históricamente, han sido diseñados para grandes volúmenes de generación y consumo, lo que dificulta el acceso de los pequeños consumidores y de las comunidades energéticas. Este sesgo estructural genera una brecha entre el potencial real de la flexibilidad distribuida y su capacidad efectiva de participación.

Por este motivo, es necesario abordar diversos retos legislativos, tecnológicos y organizativos. Entre ellos, destaca la necesidad de revisar el marco normativo para reconocer formalmente el papel activo de los usuarios y establecer mecanismos de participación accesibles. También es necesario avanzar en la digitalización de la red, en la transparencia de los datos y en la creación de plataformas interoperables que permitan la agregación y la gestión dinámica de la flexibilidad a nivel local.

Las comunidades energéticas son una pieza clave para articular la participación colectiva, pero es necesario adaptar el funcionamiento de los mercados e incentivar la creación de modelos más inclusivos para que sean una realidad. Integrar a los pequeños actores en el sistema va más allá de la equidad: es una oportunidad para conseguir un sistema eléctrico resiliente, distribuido y sostenible.